A pesar de una neumonía que hizo temer por su vida, el Premio Nobel portugués pudo concluir una nueva novela, El viaje del elefante.
"Logré levantar una valla entre el yo que escribía y el yo que sufría", dijo el escritor.
El viaje del elefante tendrá unas 240 páginas y se lanzará en portugués y en castellano en noviembre, desde San Pablo, adonde irá Saramago para inaugurar la exposición que recorre su vida y su obra.
Vida y obra, justamente: en el nuevo libro un hombre se siente morir y se salva cuando oye el llamado de un elefante. En la vida ¿real?, desde la cama, el escritor veía su escritorio, su ventana. Había un libro -eso les decía a los médicos- que lo estaba esperando. Que lo llamaba.
Cómo surgió este relato?
Fue hace unos diez años, en Salzburgo. En un restaurante precisamente llamado "El Elefante" vi un friso de pequeñas esculturas figurando la caminata de un elefante desde Lisboa hasta Viena.
Usted duda en llamar a este texto "novela" ¿Por qué?
No es una novela según nos hemos acostumbrado a entenderlo. Lo llamaría "cuento", una designación no menos noble que la de novela y que incluso tiene una tradición más antigua.
¿La enfermedad cambió el libro?
El libro es lo que había pensado. La enfermedad no le añadió nada.
¿Y su mirada sobre el mundo?
-Aprendí que la muerte es una necesidad que hay que aceptar. Con serenidad, si es posible. Nunca he temido a la muerte pero creo tener hoy esa serenidad.Cuando tuvo la idea del libro, el escritor plantó un olivo. En esa tierra volcánica y ventosa en la que la vegetación es un esfuerzo hecho a mano. Crecieron juntos, el libro y el olivo. Sin separarse: en el hospital, Saramago tenía una rama de su arbolito. Como si fueran compañeros de un equipo campeón, acá están los dos ante las cámaras en el día de la victoria.
Se trata de vivir, pero no se trata sólo de vivir. Se trata de hacerse cargo de quién es: "En nombre de esa responsabilidad, les digo que seguiré trabajando". Y es ahora cuando lo dice: "Confío en que la muerte me dé un respiro por algunos años más".
