
Aunque no puedas verme, estoy allí, tratando de llegar, intentándolo, siempre a casa, a algún lugar si es posible en esta lata de sardinas...

Y casi no lo soporto… No puedo respirar más que el sobaco del gordo que me obliga aplastar a una viejita que ya debe estar muerta contra la puerta. Quiero moverme, no puedo, quiero gritar.
Estoy solo entre tanta gente…, ha nadie le importa nadie, solo llegar.
Hace cuatro estaciones que observo los rostros violados de toda esta gente y algunos parecen ya estar muertos hace décadas…

Entonces entiendo que este sito no puede ser más que el hogar de un diablo alcoholizado y me decido, si, voy a matar a alguien, si, con la lapicera que tengo en el bolsillo de mi saco voy a apuñalar a alguien.

Estiro mi brazo derecho, me enredo, imito una acrobacia de circo, mi hombro se tensa, pero no llego, no consigno ni siquiera meter el puto dedo en el bolsillo. Aquella lapicera esta tan lejos como la mismísima concha de la lora…

El vagón tiembla, me sacude, toma una curva y frena en la estación. Entonces algo misterioso sucede, un milagro de Dios, veo ese cartel de la estación Independencia que no se bien quien ha modificado borrándole las dos primeras letras, esa desobediencia a la autoridad, esa maldad, ese chiste, esa nueva palabra tan cruel y verídica: *Dependencia* me tranquiliza me hace sentir acompañado por primera vez entre tanta gente.
Lloró pero no son amargas mis lágrimas, son el reflejo de mi buena salud, pues al fin vuelvo a existir, desmemoriado de otras vidas.....
